miércoles, 15 de agosto de 2012

Del "amor" y demás hierbas aromáticas.


“Había que escribir sin para qué, sin para quién.” (Alejandra Pizarnik)

Enamorarse siempre había sido una de esas cosas a las cuales me negaba profundamente, mostraba una envidia notoria  a esa capacidad –aparentemente compartida entre todos los demás seres humanos- de entregarse y perder el control. La ceguera benigna, la enfermedad contagiosa, la plaga de la cual todos queremos morir; el paracito que altera la morfología de nuestro cerebro. ¿Podría yo, el ser que se negaba a todo, de pronto creer y caer presa de lo que tanto rehuí? No parecía tener sentido que me enamorara -o que quisiera hacerlo-.

Yo funcionaba de una manera distinta, ni superior ni inferior, simplemente distinta. Mi capacidad - ¿virtud o defecto?- de separar y categorizar de manera diferente a las personas por sus aportes versus mis necesidades, rayaban tanto en el prejuicio estereotipico, como en la mera frialdad. ¿Era yo la limitante que no permitía el desarrollo de relaciones profundas y duraderas por la imagen mental previa de las capacidades y deficiencias de quien tenía al frente? Quizás, aunque bien pudiéramos decir que solo “preví” lo que tenia mas posibilidad de pasar.


Hablar de amor siempre es complicado, más aun cuando tu visión difiere de la general. El plantarse firme y emplear la negativa para no validar el concepto cómodo –y hasta cierto punto fantasioso- que elegimos creer, vender y leer – algunos incluso agregarían vivir-, aquel que no hace ir  llenándonos de puntos vacíos y desazones porque no tenemos “todo lo que se supone que necesitamos” o  porque no sentimos lo que “debíamos sentir” en el momento justo. Hace que, los seguidores del concepto anterior, te consideren fría e incluso, en una que otra ocasionfrívola. Pero, ¿Quién soy yo para decirte en que creer? Cuando el amor se ha convertido en más mito que realidad.

"I'd rather give up that give in to this"- (Promises, promises- Incubus)

jueves, 2 de agosto de 2012

Té para 2


Cuantas veces habré intentado que juegues conmigo
(Carlos Siles)


¿Cuántas veces te pedí que jugáramos bajo la lluvia?
Que nos mojáramos un poco  el cuerpo con el agua fresca.
Cuantos días malgastados enojada frente al portal
Sabiendo que nunca saldrías a jugar.

¿Quién repondrá esas noches malgastadas,
Que pase en la oscuridad sin poder dormir?
¿No lo sabia yo todo?
¿No era este el desenlace más lógico?

¿Me extrañas si me voy?
Si vuelvo esta una historia trágica
Si te grito en demanda: ¿Cuántas veces habré intentado que juegues, cariño?
¿Cuántas?
Antes que me diera cuenta que no querías jugar
No conmigo.