jueves, 12 de julio de 2012

Batida de Fresas


Hoy ha terminado por fin la batalla intensa que se libraba en mi mente. Las tropas cansadas, -pero victoriosas- pueden volver a sus antiguas posiciones sin preocuparse de que, en un arrebato del destino, tengan que enfrentarse nuevamente a esto que llamaron: “Tristeza”.

Hoy por fin comprendí que lo que estuvo siempre mal fue el enfoque; la nostalgia nunca fue hacia tu persona, -porque la sentía aunque estuvieras presente- fue el nombre que le di a la impotencia de ver como desaparecías frente a mi.  Te preguntaras como llegue aquí, como formulo mi mente –después de tanto tiempo- una resolución tan simple y certera sobre el problema que me aquejaba, sabiendo pues, que mis niveles de cognición se habían visto trágicamente afectados por esta “pseudo-depresión”, pues a decir verdad es muy simple, me lo dijo un batido de fresas.

Entre el jugo rosado y la ventana conversaron sobre como no te extrañaba. No, no podía extrañarte aun queriendo, porque simplemente ya no existes. Esta persona nueva, de hábitos nuevos –que luce y habla como tú- se esconde bajo tu identidad y confunde, pero no eres tú – o quizás, si lo es. Quizás este es quien fuiste siempre, y ahora que ya no temes al que dirán, puedes ser tú libremente.-

No creo pertinente el expresar mi opinión sobre tu alter ego, sin embargo, el llegar a la conclusión de su existencia – y con esta la desaparición total o parcial de la persona que conocí- me da cierta calma porque explica –el sentimiento que por comodidad semántica  llamaremos:- la nostalgia, sentida en días anteriores. Ahora, que comprendo a cabalidad la naturaleza del sentimiento, sé que no es “tristeza” o “nostalgia”; simplemente hago el duelo.

Esta palabra –duelo-, definida por la real academia de la lengua española como: “1. m. Dolor, lástima, aflicción o sentimiento expresado hacia la muerte de alguien o algo.”, es exactamente lo que he estado sintiendo. Aquel que conocí, quise y entendí ha muerto -¿lo mate o cometió suicidio?- y no hay nada que pueda hacer más que aceptarlo y vivir con ello.