Ella quería ser dueña del mundo,
Por sobrétodo Alicia quería ser feliz, y para ella este concepto venía ligado íntimamente con el verbo amar. El mismo verbo que ella (citando a Cortázar) iba "dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses" y de igual manera sobre todo aquel homínido masculino que se presentase.
Siempre tras cada ruptura imaginaria se decía lo mismo. "Yo debería" y tras esta demanda del ser, amontonaba pequeñeces y banalidades entrelazadas con aquellas resoluciones de año nuevo que siempre dejaba sin cumplir. "El mundo era muy grande para una idealista" era su frase, y justo con eso te abría los discursos donde lloraría (ya que esa era su forma de ahogar las penas) y te diría que se sentía pequeñita ante todo lo que pasaba.
Yo era pequeñita también. Un montón de cabello oscuro tras el que me escondía y un montón (aun mas grande) de ropa. Yo era una sombra tras aquel sol.
Conocía a Alicia desde muy temprano, justo en aquel verano en que mis padres se mudaron al lado de los de ella cuando ambas teníamos 6. Fuimos las mejores de las amigas por años, hasta que, por una jugarreta bizarra del destino me mude con mi mamá lejos del caos que según ella representaba mi papá.
Par de años más tarde, un instructor de tenis, una boda y un hermanito en camino (para ser bien exactos) termine devuelta en casa de mi padre. Como Miles de corazones rotos después aún sigo aquí como paño de lágrimas.
El tiempo para Alicia nunca se media en segundos u horas, eran siempre los caos o los latidos. Nada nunca estaba en el medio, todo tendía a un lugar. Aún la más pura de las amistades, resultaba irremediablemente sexualizada por aquella niña angelical. Era la personificación infantil de una "rompe corazones " ya que nunca llegaba a ser una " mujer de la vida fácil" debido a el tacto con que la manejaban algunos muchachos, su vida relativamente protegida bajo las limitaciones de un suburbio y mi intervención torpemente acertada que aún mantenían aquella reputación que pendía de un hilo.
Decían los psicólogos que la madre le hacía visitar de manera regular que aquella actitud se debía a una carencia infinita de afecto, aún vacío existencial o incluso a un "Edipo" inadecuado durante su niñez. Alicia se reía de estos caos mentales que los mayores inventaban para explicar una conducta que yo a sus espaldas definía como promiscua.
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