Hoy ha terminado por fin la batalla intensa que se libraba en mi
mente. Las tropas cansadas, -pero victoriosas- pueden volver a sus antiguas
posiciones sin preocuparse de que, en un arrebato del destino, tengan que enfrentarse
nuevamente a esto que llamaron: “Tristeza”.
Hoy por fin comprendí que lo que estuvo siempre mal fue el enfoque;
la nostalgia nunca fue hacia tu persona, -porque la sentía aunque estuvieras
presente- fue el nombre que le di a la impotencia de ver como desaparecías
frente a mi. Te preguntaras como llegue aquí,
como formulo mi mente –después de tanto tiempo- una resolución tan simple y
certera sobre el problema que me aquejaba, sabiendo pues, que mis niveles de cognición
se habían visto trágicamente afectados por esta “pseudo-depresión”, pues a
decir verdad es muy simple, me lo dijo un batido de fresas.
Entre el jugo rosado y la ventana conversaron sobre como no te
extrañaba. No, no podía extrañarte aun queriendo, porque simplemente ya no
existes. Esta persona nueva, de hábitos nuevos –que luce y habla como tú- se
esconde bajo tu identidad y confunde, pero no eres tú – o quizás, si lo es. Quizás
este es quien fuiste siempre, y ahora que ya no temes al que dirán, puedes ser tú
libremente.-
No creo pertinente el expresar mi opinión sobre tu alter ego, sin
embargo, el llegar a la conclusión de su existencia – y con esta la desaparición
total o parcial de la persona que conocí- me da cierta calma porque explica –el
sentimiento que por comodidad semántica llamaremos:-
la nostalgia, sentida en días anteriores. Ahora, que comprendo a cabalidad la
naturaleza del sentimiento, sé que no es “tristeza” o “nostalgia”; simplemente
hago el duelo.
Esta palabra –duelo-, definida por la real academia de la lengua
española como: “1. m. Dolor, lástima, aflicción o sentimiento expresado hacia
la muerte de alguien o algo.”, es exactamente lo que he estado sintiendo. Aquel
que conocí, quise y entendí ha muerto -¿lo mate o cometió suicidio?- y no hay
nada que pueda hacer más que aceptarlo y vivir con ello.
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